La Guía del Espíritu Santo en la Vida Cristiana

El Poder del Espíritu Santo

Mis hijos, lo que seguís es el Espíritu Santo que reside en vosotros. Al seguirlo, no erraréis; todo se realizará plenamente. También encontraréis paz, porque en este camino, estoy cuidando de vosotros, proveyendo todo lo necesario día tras día.

Vivir con Amor y Humildad

Todo lo que hacéis, lo hacéis con amor. Porque actuar con amor es la manifestación de la vida celestial, y lo que sea que recibáis, es para compartir y dar. Sabéis que todo en la tierra pasará, pero lo que se hace con amor perdurará para siempre. Al renunciar a las cosas efímeras de la tierra, ganáis una herencia eterna. Recibís bendiciones por actuar así.

Conocer a Dios Directamente

Las personas de la tierra no reconocen lo que hacéis, porque no me han conocido a mí, ni las cosas del cielo. Mis hijos, en esta tierra, lo que seguís es el Espíritu Santo. Entre nosotros, no es necesario un intermediario. Podéis conocerme de manera directa, porque esto se ha logrado a través de Jesucristo. Todos vosotros, por medio de Jesucristo, sois mis preciados hijos.

Unión y Servicio en el Cuerpo de Cristo

No os menospreciéis, sabiendo que lo que Jesucristo puede hacer, vosotros también podéis hacerlo. Incluso si sabéis que alguien tiene algo bueno, por medio de Jesucristo, también podéis obtenerlo. No os comparéis con otros, porque todos sois miembros del cuerpo de Cristo. Todos necesitáis de los demás, siempre debéis ayudaros mutuamente y servir a todos con amor. Nadie puede decir «no necesito de nadie»; todos existís por y para los demás. Todo lo que recibáis, debéis compartirlo y darlo.

Vivir con Perspectiva Celestial

Mis hijos, lo que habéis recibido en Jesucristo es la vida del cuerpo de Cristo. Cada uno es diferente, y lo que cada uno hace también es diferente, pero debéis uniros y compartir juntos, y así alcanzaréis la plenitud. Mis hijos, la vida en el reino celestial debe ser una vida de humildad y mansedumbre. No importa lo que obtengáis, no lo utilicéis en vuestro propio beneficio, porque tenéis una perspectiva celestial y sabéis cuál es el valor celestial. Observáis cómo todas las cosas terrenales pasan rápidamente, pero solo lo que se hace siguiendo al Espíritu Santo perdurará para siempre. La bendición que habéis recibido en Jesucristo es firme y estable. Aunque no la veáis con vuestros ojos, podéis confiar firmemente en ella. Sois bendecidos por creer en lo que no se ve, porque vuestra fe es digna de elogio.

La Sabiduría de Seguir al Espíritu Santo

Mis hijos, lo que planeáis en la tierra es por el reino de los cielos, es el deseo de que la voluntad del Padre se manifieste en la tierra. Optad por el Espíritu Santo, que se revela en vosotros, y rechazad todas las ideas astutas que provienen de vosotros mismos. Yo guardaré vuestros pasos; no planeéis vuestro propio camino, sino seguid al Espíritu Santo. El camino que habéis recorrido es más pacífico que el de cualquier otro. Los sabios tropezarán con su propia sabiduría, pero vosotros, por vuestra humildad y siguiendo al Espíritu Santo, sois verdaderamente sabios.

La Fe Inquebrantable

Mis hijos, cada día en la tierra conocéis al Espíritu Santo y lo seguís. Lo que construís es sólido y duradero, fortaleciéndoos para manteneros firmes. No importa cuánto se sacuda la tierra, vuestra fe no se tambaleará. Sabéis que os cuido y os protejo. No perderéis nada, ni siquiera vuestra vida. Vuestra confianza reposa en el Dios que creó el cielo y la tierra, quien además es vuestro amoroso Padre.


¿Cómo afecta nuestra relación con el Espíritu Santo en nuestras decisiones diarias?

Nuestra relación con el Espíritu Santo tiene un impacto profundo en nuestras decisiones diarias. En primer lugar, el Espíritu Santo actúa como guía y consejero, ayudándonos a discernir la voluntad de Dios en nuestras vidas. Cuando estamos en sintonía con el Espíritu, podemos recibir dirección y claridad sobre las decisiones que debemos tomar.

Además, el Espíritu Santo nos permite tener una conciencia más aguda de lo que es correcto y lo que no lo es. Esto se relaciona con la idea de que, al ser guiados por el Espíritu, podemos evitar la «extinción» de sus impresiones y sensaciones. Si un cristiano dice que no conoce la voluntad de Dios, esto puede ser un indicativo de que está apagando la voz del Espíritu en su vida.

También es importante reconocer que nuestras decisiones deben ser tomadas en un estado de entrega y sensibilidad al Espíritu. Esto significa que debemos estar dispuestos a someter nuestras propias preferencias y deseos a la dirección del Espíritu Santo. La limpieza de nuestra conciencia, como se menciona en las enseñanzas, es crucial para poder servir a Dios de manera genuina y efectiva.

En resumen, una relación cercana y activa con el Espíritu Santo nos ayuda a tomar decisiones que están alineadas con la voluntad de Dios, nos proporciona discernimiento y nos mantiene en un estado de sensibilidad espiritual que es esencial para nuestra vida cristiana.

¿De qué manera el amor y la generosidad se manifiestan en nuestras acciones?

El amor y la generosidad se manifiestan en nuestras acciones de diversas maneras, especialmente a través de la disposición a sacrificar algo de nosotros mismos por el bienestar de los demás. En el contexto bíblico, se nos enseña que nuestras ofrendas y actos de bondad son expresiones de nuestro amor hacia Dios y hacia nuestros prójimos.

Por ejemplo, en Hebreos 13:15-16 se menciona que debemos ofrecer a Dios un sacrificio de alabanza y no olvidar hacer el bien y compartir, ya que tales sacrificios son agradables a Dios. Esto implica que nuestras acciones generosas, como ayudar a los necesitados o contribuir a la comunidad, son una manifestación tangible de nuestro amor.

Además, en el relato de la viuda que dio dos pequeñas monedas (Lucas 21:1-4), se destaca que el valor de la ofrenda no se mide por la cantidad, sino por el sacrificio que implica. Ella dio todo lo que tenía, lo que refleja un amor profundo y generoso que trasciende lo material.

Asimismo, el amor se expresa en la disposición a servir a los demás, a veces incluso a costa de nuestro propio bienestar. Esto puede incluir acciones como el cuidado de los enfermos, la ayuda a los pobres o simplemente el apoyo emocional a quienes lo necesitan. En resumen, el amor y la generosidad se manifiestan en nuestras acciones a través de sacrificios, actos de bondad y la disposición a poner las necesidades de los demás antes que las nuestras.

¿Cómo podemos cultivar una perspectiva celestial en nuestra vida cotidiana?

Cultivar una perspectiva celestial en nuestra vida cotidiana implica varios aspectos clave que nos ayudan a alinear nuestras acciones y pensamientos con los propósitos de Dios. Aquí hay algunas maneras de hacerlo:

  1. Buscar la visión de Dios: Es fundamental tener una visión clara de los planes y propósitos de Dios para nuestras vidas. Esto significa dedicar tiempo a la oración y la meditación en la Palabra de Dios, pidiendo que Él abra nuestros ojos para ver Su propósito eterno. Como se menciona, «神是盼望我們先看見異象,知道祂的工作有什麼目的» (Dios desea que primero veamos la visión y entendamos el propósito de Su obra).

  2. Enfocarse en lo eterno: En lugar de centrarnos únicamente en las preocupaciones y problemas temporales, debemos recordar que nuestra vida en la tierra es solo una parte de nuestra existencia eterna. Esto nos ayuda a priorizar lo que realmente importa y a vivir con un sentido de propósito que trasciende lo inmediato.

  3. Vivir en comunidad: Rodearnos de otros creyentes que comparten una perspectiva celestial puede ser de gran ayuda. La comunidad nos anima y nos recuerda constantemente los valores del Reino de Dios. La enseñanza y el testimonio de otros pueden inspirarnos a mantener nuestra mirada en lo eterno.

  4. Servir a los demás: Al involucrarnos en el servicio a los demás, reflejamos el amor de Cristo y contribuimos a Su obra en la tierra. Esto nos ayuda a salir de nuestro enfoque egoísta y a ver cómo nuestras acciones pueden tener un impacto eterno.

  5. Practicar la gratitud: Agradecer a Dios por Sus bendiciones y por Su plan en nuestras vidas nos ayuda a mantener una actitud positiva y a reconocer Su soberanía. La gratitud nos ancla en la realidad de Su provisión y cuidado.

  6. Establecer prioridades: Evaluar nuestras actividades diarias y asegurarnos de que estén alineadas con los valores del Reino de Dios. Esto puede incluir la manera en que gastamos nuestro tiempo, nuestros recursos y nuestras energías.

  7. Reflexionar sobre la Escritura: La meditación en las Escrituras nos ayuda a recordar las promesas de Dios y Su plan para nosotros. Al hacerlo, podemos ajustar nuestra perspectiva y encontrar consuelo y dirección en Su Palabra.

Al cultivar una perspectiva celestial, no solo transformamos nuestra propia vida, sino que también impactamos a quienes nos rodean, reflejando el amor y la luz de Cristo en un mundo que a menudo se siente oscuro y confuso.


La guía del Espíritu Santo

La guía del Espíritu Santo es un tema fundamental en la vida del creyente. Según las enseñanzas bíblicas, el Espíritu Santo actúa como un consejero y guía, ayudando a los creyentes a discernir la voluntad de Dios y a vivir de acuerdo con Su propósito.

El Espíritu Santo no solo proporciona dirección, sino que también capacita a los creyentes para llevar a cabo la obra de Dios. Es esencial que los creyentes estén en sintonía con el Espíritu, siguiendo Su guía en lugar de depender de sus propias emociones o razonamientos. La experiencia de ser guiado por el Espíritu implica una relación íntima y continua con Dios, donde se busca Su voluntad y se actúa en obediencia.

Además, es importante reconocer que la guía del Espíritu Santo puede manifestarse de diversas maneras, incluyendo la lectura de la Palabra de Dios, la oración y la comunión con otros creyentes. La enseñanza de que el Espíritu Santo está en constante movimiento y que los creyentes deben estar atentos a Su dirección es crucial. Si un creyente se aleja de esta guía, puede perder la oportunidad de ser usado por Dios en Su obra.

En resumen, la guía del Espíritu Santo es vital para el crecimiento espiritual y la efectividad en el servicio a Dios, y los creyentes son llamados a seguir Su dirección con fe y obediencia.

El amor y la generosidad en la vida cristiana

El amor y la generosidad son fundamentales en la vida cristiana, ya que reflejan el carácter de Dios y su relación con la humanidad. En la Escritura, el amor se presenta como el mandamiento más grande. Jesús enseñó que amar a Dios y al prójimo es la esencia de la ley (Mateo 22:37-40). Este amor no es solo un sentimiento, sino una acción que se manifiesta en la vida diaria.

La generosidad, por otro lado, es una expresión tangible de ese amor. En el Nuevo Testamento, se nos anima a compartir con los necesitados y a ser buenos administradores de lo que Dios nos ha dado. En Hechos 2:44-45, se describe cómo los primeros cristianos compartían sus bienes y ayudaban a los que estaban en necesidad, lo que muestra una comunidad unida en amor y generosidad.

Además, en 2 Corintios 9:7 se nos recuerda que «cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre». Esto enfatiza que la generosidad debe ser voluntaria y provenir de un corazón lleno de amor.

El acto de dar no solo beneficia a quienes reciben, sino que también enriquece la vida del que da. Al desprendernos de lo que tenemos, nos liberamos de la avaricia y nos acercamos más a Dios, quien es el mayor ejemplo de generosidad al darnos a Su Hijo, Jesucristo.

En resumen, el amor y la generosidad son inseparables en la vida cristiana. Al amar a Dios y a nuestro prójimo, somos llamados a actuar con generosidad, reflejando así el corazón de Cristo en nuestras vidas.

Vivir con una perspectiva celestial

Vivir con una perspectiva celestial implica tener una visión y un enfoque en las realidades eternas y en la vida que nos espera en la presencia de Dios. Esta perspectiva nos invita a considerar que nuestra existencia en la tierra es temporal y que hay un propósito más grande que trasciende nuestras circunstancias actuales.

En los documentos mencionados, se expresa un profundo deseo de estar en la presencia de Cristo y de experimentar la gloria de la vida eterna. Se habla de la alegría de reunirse con los santos y de alabar a Dios por su salvación. La idea de que el sufrimiento y las dificultades de esta vida son pasajeras se refleja en la esperanza de un futuro glorioso, donde todas las lágrimas serán secadas y donde habrá una renovación de todas las cosas.

Además, se enfatiza la importancia de mantener nuestra fe y de vivir de manera que estemos preparados para el regreso de Cristo. Esto incluye mantener nuestra espiritualidad y no dejarnos llevar por las distracciones del mundo. La expectativa de ser transformados y de recibir un cuerpo glorificado es un aliciente para vivir con integridad y propósito.

En resumen, vivir con una perspectiva celestial significa enfocarse en lo eterno, cultivar una relación cercana con Dios, y vivir de acuerdo con los principios del Reino de los Cielos, sabiendo que nuestra verdadera ciudadanía está en el cielo.