Vida Celestial en Jesucristo

Fe y Manifestación de la Vida Celestial

Mis hijos, en esta tierra, todo lo que hacéis es la vida que viene del cielo, manifestada en vosotros. Esta vida, que desciende del cielo dentro de vosotros, se obtiene por la fe en Jesucristo. Debéis testimoniar para que os conozcan y comprendan la esencia celestial. Arrepentíos de lo que hicisteis antes y de ahora en adelante, seguid al Espíritu Santo.

El Poder del Espíritu Santo

Este Espíritu Santo, que posee el poder creador de los cielos y la tierra, ahora reside en vosotros. Revela todas las cosas y también os da fuerza para que podáis hacer lo que antes no podíais. Con esta vida, también viviréis eternamente. La muerte no puede encarcelaros, porque la vida que viene del cielo es santa y sin pecado. Actuad siempre con amor, no buscando vuestro propio beneficio, sino amando a todos de manera altruista. Sois abundantes en Jesucristo, y debéis claramente mostrar la abundancia recibida por vuestra fe. No os preocupéis por vuestras ganancias ni pérdidas, seguid valientemente lo que el Espíritu Santo revela en vuestro corazón.

Protección en el Camino de la Fe

Veréis que en este camino estáis protegidos, aunque haya muchas adversidades y cosas que consideréis fracasos. Creed firmemente que yo os ayudaré. Y sabed que solo lo celestial perdurará para siempre. Lo celestial difiere grandemente de lo terrenal; vuestro corazón debe cambiar, reconocer todos los valores del cielo y no juzgar lo celestial con las ideas anteriores. Las realidades celestiales no buscan su propia gloria, sino que se fundamentan en el amor desinteresado, la humildad, la gentileza, la disposición a sufrir pérdidas y a ofrecerse voluntariamente. Al actuar así, no es que elijan un camino más difícil, sino que encuentran su satisfacción en Jesucristo. Lo que Jesucristo ha realizado por ustedes ya se ha cumplido plenamente en ustedes. Deben reconocerlo, y al reconocer las obras de Jesucristo, su fe se fortalecerá y, bajo la guía del Espíritu Santo, sabrán que son prósperos. Al actuar, están mostrando el modelo del Reino de los Cielos.

La Fortaleza del Espíritu Santo

Mis hijos, lo que ustedes sostienen no está en esta tierra, sino en el cielo, por lo que cuando la tierra tiemble, no temerán y deberán salir completamente de ella para poder mantenerse firmes en tiempos de oscuridad celestial y terrenal. En esta tierra, ya han entregado todo lo que tienen, y en la cruz no hay nada más que perder. Al haber entregado todo en la cruz, ya no estarán atrapados por las trampas de la tierra. Esto lo pueden lograr, no por su voluntad o pensamiento propio.

Vivir Según la Voluntad de Dios

Solo necesitan seguir al Espíritu Santo cada día en la tierra, y Él fortalecerá sus corazones, facilitando que la vida celestial se desarrolle plenamente en ustedes. Aunque conocen muchas verdades celestiales, aplicarlas sigue siendo un desafío. Pero no se desanimen, si están dispuestos, recibirán asistencia celestial. No teman, avancen valientemente y verán que cada paso es pacífico. Al seguir fielmente al Espíritu Santo, completarán adecuadamente todas las cosas. Vivir en esta tierra con el propósito de glorificar a Jesucristo constituye el testimonio más sublime.


¿Cómo podemos manifestar en nuestra vida diaria la vida que viene del cielo?

Para manifestar en nuestra vida diaria la vida que viene del cielo, es fundamental entender que esta vida es un regalo de Dios a través de Jesucristo. Aquí hay algunas maneras de hacerlo:

  1. Vivir en comunión con Cristo: La vida celestial se manifiesta cuando estamos en una relación íntima con Jesús. Esto implica orar, leer la Palabra de Dios y meditar en ella. Al hacerlo, permitimos que Su vida fluya a través de nosotros.

  2. Reflejar el carácter de Cristo: La vida que viene del cielo se expresa en nuestro carácter y acciones. Debemos esforzarnos por vivir con amor, paciencia, bondad y humildad, imitando a Cristo en nuestras interacciones diarias.

  3. Ser testigos de Su vida: Como se menciona en las Escrituras, somos llamados a ser testigos de lo que hemos experimentado. Esto significa compartir nuestra fe y las obras de Dios en nuestras vidas con los demás, mostrando cómo Su vida nos ha transformado.

  4. Actuar en el poder del Espíritu Santo: La vida celestial se manifiesta a través del poder del Espíritu Santo en nosotros. Debemos buscar ser llenos del Espíritu y permitir que Él nos guíe en nuestras decisiones y acciones.

  5. Vivir con una perspectiva eterna: Al tener en mente que nuestra ciudadanía está en el cielo, podemos enfrentar las dificultades de la vida con esperanza y confianza. Esto nos ayuda a vivir de manera que refleje los valores del Reino de Dios.

  6. Servir a los demás: La vida que viene del cielo se manifiesta en el servicio a los demás. Al ayudar a quienes nos rodean, mostramos el amor de Cristo y la vida que Él nos ha dado.

  7. Buscar lo que es de arriba: Como se menciona en Colosenses 3:1-2, debemos poner nuestra mente en las cosas de arriba, donde está Cristo. Esto implica priorizar lo espiritual sobre lo material y vivir de acuerdo con los principios del Reino de Dios.

Al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, podemos manifestar la vida celestial que hemos recibido y ser un reflejo de Cristo en el mundo.

¿De qué manera podemos seguir al Espíritu Santo valientemente, a pesar de las adversidades y fracasos?

Seguir al Espíritu Santo valientemente, a pesar de las adversidades y fracasos, implica una profunda confianza en la fidelidad de Dios y una disposición a obedecer Su dirección. Aquí hay algunas maneras de hacerlo:

  1. Confianza en la fidelidad de Dios: Es fundamental recordar que Dios es un Padre amoroso que no olvida a Sus hijos. Su fidelidad permanece constante, incluso cuando enfrentamos dificultades. Al aferrarnos a esta verdad, podemos encontrar la fuerza para seguir adelante.

  2. Oración y búsqueda de la guía del Espíritu: Mantener una comunicación constante con Dios a través de la oración es esencial. Al buscar Su dirección y estar abiertos a Su voz, podemos recibir la sabiduría y el aliento que necesitamos para enfrentar los desafíos.

  3. Obediencia a la Palabra de Dios: Seguir al Espíritu Santo significa también obedecer Su palabra. Esto implica no solo conocer las enseñanzas bíblicas, sino vivirlas. La obediencia completa, incluso en las cosas que parecen pequeñas o insignificantes, es crucial para experimentar la guía del Espíritu.

  4. Humildad y disposición para aprender: Es importante acercarse a Dios con un corazón humilde, reconociendo nuestras limitaciones y fracasos. Al pedirle que nos enseñe y nos renueve, podemos permitir que el Espíritu Santo trabaje en nosotros y nos transforme.

  5. Apoyo de la comunidad de fe: Rodearse de otros creyentes que también buscan seguir al Espíritu Santo puede ser un gran aliento. Compartir experiencias, orar juntos y apoyarse mutuamente en tiempos difíciles fortalece nuestra fe y nos ayuda a perseverar.

  6. Aceptar el proceso de crecimiento: Entender que el crecimiento espiritual a menudo implica enfrentar pruebas y fracasos. Estos momentos pueden ser oportunidades para aprender y depender más del Espíritu Santo. La perseverancia en la fe, a pesar de las dificultades, es un testimonio poderoso.

Al seguir estos principios, podemos avanzar valientemente en nuestra vida espiritual, confiando en que el Espíritu Santo nos guiará y nos fortalecerá en cada paso del camino.

¿Cómo podemos aplicar en nuestras vidas las verdades celestiales, a pesar de los desafíos?

Para aplicar las verdades celestiales en nuestras vidas a pesar de los desafíos, es fundamental entender la diferencia entre las promesas de Dios y los hechos ya consumados en Cristo. Cuando enfrentamos dificultades, debemos recordar que muchas de las verdades que encontramos en la Escritura son realidades ya establecidas por Dios.

  1. Reconocer las Verdades: Es esencial identificar qué es una promesa y qué es un hecho. Si encontramos una promesa, debemos cumplir con las condiciones que se nos presentan y orar con fe, esperando que Dios cumpla Su palabra. Por otro lado, si se trata de un hecho, como nuestra resurrección y ascensión con Cristo, no necesitamos pedirle a Dios que lo haga, sino que debemos creer y actuar en consecuencia.

  2. Ejercicio de la Fe: Cuando enfrentamos pruebas, debemos ejercitar nuestra fe. Esto significa que, aunque no veamos inmediatamente el cumplimiento de las promesas, debemos confiar en que Dios es fiel y que Su palabra se cumplirá. La fe nos permite vivir como si ya tuviéramos lo que hemos pedido, lo que nos lleva a una actitud de agradecimiento y alabanza.

  3. Actitud Correcta: Nuestra actitud hacia el mundo y las circunstancias debe reflejar nuestra identidad en Cristo. Si creemos que ya hemos sido resucitados y que estamos en los cielos con Él, nuestra forma de actuar y reaccionar ante los desafíos debe ser coherente con esa verdad. Esto implica vivir con confianza y gozo, independientemente de las circunstancias externas.

  4. Dependencia del Espíritu Santo: En momentos de dificultad, debemos depender del Espíritu Santo, quien nos guía y nos da la sabiduría necesaria para enfrentar cada situación. En lugar de buscar soluciones en nuestra propia comprensión, podemos confiar en que Cristo es nuestra sabiduría y que Su vida en nosotros es suficiente para enfrentar cualquier desafío.

  5. Práctica de la Humildad: Es importante acercarnos a Dios con humildad, reconociendo que todo lo que tenemos y somos es por Su gracia. Esto nos ayuda a mantener una perspectiva correcta y a no caer en la trampa de la autosuficiencia.

Al aplicar estas verdades celestiales en nuestra vida diaria, podemos experimentar una vida espiritual rica y abundante, incluso en medio de las pruebas. La clave está en mantener nuestra fe activa y en vivir de acuerdo con la realidad de lo que Dios ha hecho en nosotros a través de Cristo.


La fe en Jesucristo

La fe en Jesucristo es fundamental en la vida cristiana. Según las Escrituras, la fe es la confianza plena en la persona y obra de Jesucristo, quien es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo. En el Evangelio, Jesús se presenta no solo como el que da luz, vida y dirección, sino como la misma esencia de estas cosas. Él dice: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Juan 14:6), lo que subraya que la relación con Él es la clave para la salvación y la vida eterna.

La fe en Jesucristo implica reconocer que somos pecadores y que necesitamos su gracia. A través de su sacrificio en la cruz, Él nos ofrece redención y perdón. En Efesios 1:7 se menciona que «en él tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados, según las riquezas de su gracia». Esta gracia es un regalo que se recibe por medio de la fe, como se expresa en Efesios 2:8-9, donde se dice que somos salvos por gracia mediante la fe, y esto no de nosotros, sino que es un don de Dios.

Además, la fe en Jesucristo no es solo un acto inicial, sino un estilo de vida. Los creyentes son llamados a vivir por fe, confiando en las promesas de Dios y en su fidelidad. La fe produce frutos en la vida del creyente, como el amor, la paz y la alegría, y nos capacita para enfrentar las pruebas y tribulaciones de la vida con esperanza.

En resumen, la fe en Jesucristo es una relación personal que transforma vidas, ofreciendo salvación, propósito y una nueva identidad en Él.

El poder y la guía del Espíritu Santo

El poder y la guía del Espíritu Santo son temas fundamentales en la enseñanza bíblica. El Espíritu Santo es descrito como la fuente de vida y poder en la vida del creyente. En el Evangelio de Juan, se menciona que «lo que es nacido del Espíritu es espíritu» (Juan 3:6), lo que indica que el Espíritu Santo es esencial para la nueva vida en Cristo.

Además, el Espíritu Santo actúa como el agente de regeneración, utilizando la «palabra de verdad» para traer a las personas a una nueva vida (Santiago 1:18; 1 Pedro 1:23). También se le atribuye el poder para ser testigos de Cristo, como se menciona en Hechos 1:8, donde se dice que recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ellos.

En cuanto a la oración, el Espíritu Santo intercede por nosotros, ayudándonos en nuestra debilidad (Romanos 8:26). También se nos instruye a orar en el Espíritu (Judas 20), lo que sugiere que la guía del Espíritu es crucial en nuestra comunicación con Dios.

El Espíritu Santo también proporciona conocimiento y entendimiento, enseñándonos todas las cosas y recordándonos lo que Jesús ha dicho (Juan 14:26). Además, guía a los creyentes en sus decisiones y acciones, como se ve en Hechos 16:6-7, donde el Espíritu impidió a los apóstoles ir a ciertas regiones.

Finalmente, el Espíritu Santo es quien distribuye los dones espirituales a los creyentes, permitiendo que cada uno cumpla su función en el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:4-11). Es importante que los creyentes sean sensibles a la guía del Espíritu y no «apaguen» su influencia (1 Tesalonicenses 5:19).

En resumen, el poder y la guía del Espíritu Santo son esenciales para la vida cristiana, proporcionando regeneración, intercesión, enseñanza, dirección y la distribución de dones espirituales.

La diferencia entre lo celestial y lo terrenal

La diferencia entre lo celestial y lo terrenal es un tema que se aborda en varias partes de la Biblia. En términos generales, lo celestial se refiere a todo lo que está relacionado con el reino de Dios, su soberanía y su gloria, mientras que lo terrenal se refiere a las cosas de este mundo, que a menudo están influenciadas por el pecado y la corrupción.

  1. Soberanía de Dios: Lo celestial representa el dominio de Dios y su autoridad sobre todas las cosas. En contraste, lo terrenal a menudo refleja la influencia del pecado y la rebelión contra Dios. Por ejemplo, en el Sermón del Monte, Jesús enseña sobre la importancia de buscar primero el reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33), lo que implica que lo celestial debe ser nuestra prioridad.

  2. Naturaleza y destino: Lo celestial es eterno y perfecto, mientras que lo terrenal es temporal y está sujeto a decayendo. En 2 Corintios 4:18, Pablo nos recuerda que debemos fijar nuestra mirada en lo que no se ve (lo celestial), porque lo que se ve es temporal, pero lo que no se ve es eterno.

  3. Valores y prioridades: Los valores celestiales son diferentes de los valores terrenales. Lo celestial promueve el amor, la paz, la justicia y la verdad, mientras que lo terrenal a menudo se centra en el egoísmo, la ambición y la avaricia. Filipenses 3:20 nos dice que nuestra ciudadanía está en los cielos, lo que nos llama a vivir de acuerdo con los principios del reino de Dios.

  4. Relación con el mundo: Los creyentes son llamados a no conformarse a este mundo (Romanos 12:2), lo que implica que debemos vivir de manera que refleje nuestra identidad celestial, en lugar de dejarnos llevar por las normas y valores terrenales.

En resumen, lo celestial y lo terrenal representan dos realidades distintas que influyen en la vida del creyente. La vida cristiana implica una constante tensión entre estas dos esferas, donde se nos llama a vivir en el mundo, pero no ser parte de él, buscando siempre lo que es de arriba, donde Cristo está.

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